sábado, 28 de junio de 2025

PRÓLOGO DE “SEMBLANZA MÚLTIPLE DEL CUENTO EN PANAMÁ” 

Enrique Jaramillo Levi ©

 

I

¿Qué duda cabe? La creación literaria es una actividad tanto intelectual como vivencial y artística. Su herramienta principal es, por supuesto, el lenguaje. Pero no cualquier lenguaje, sino el más apto y depurado posible, indefectiblemente propicio a las situaciones narradas. Como es sabido, tanto el cuento como la novela y la poesía, en diverso grado y mediante técnicas diferentes, crean un mundo inédito, inesperado, que busca conmover al lector sensible, como primero debió hacerlo a su autor. Si el creador no se emociona con lo que escribe, mucho menos lo hará el lector, ya que uno es el primer lector de sí mismo.

El cuento es el más antiguo de los géneros literarios, si tomamos en cuenta que el ser humano, desde que razona y habla —la escritura es más tardía—, siempre ha sido propenso a contar (a menudo a inventar) historias y, asimismo, a escucharlas. Y para ello echa mano tanto de la experiencia (propia y ajena) como de la imaginación. Casi siempre combinándolas.

En este sentido, no hay cuento ni novela —géneros narrativos por excelencia— sin historia. Una historia que debe ser verosímil por más realista o fantasiosa que sea, y tener la necesaria densidad, de tal manera que el lector pueda irse sintiendo inmerso sin remedio en sus coordenadas al descubrir vetas, matices y aristas de diverso tipo sin que decaiga su interés: esa es la segunda gran recompensa del autor; la primera, sentirse indisolublemente identificado con cada aspecto, cada imagen, cada
certeza (o acaso solo cada sugerencia) del mundo creado. Ambos aspectos representan la verdadera satisfacción de un escritor, independientemente de si al publicarse como parte de un libro éste termina vendiéndose bien o no.

Por otra parte, si un texto literario —cuento, novela, poesía— termina siendo memorable o no a lo largo del tiempo, depende de una serie de factores cambiantes, pero sin duda sus cualidades intrínsecas —artísticas y humanas— son el factor principal. Lo cual no quiere decir que si un cuento (en este caso) no se considera tan bueno como para llamársele memorable, no por eso deje de ser excelente en fondo y forma. En esta compilación del cuento panameño contemporáneo procuro, dentro de mis limitaciones, buscar la mayor excelencia posible en cada texto seleccionado sabiendo, por supuesto, que para todo existen gustos y criterios. Por ejemplo, se puede escribir un cuento sobre temas como la trivialidad e incluso sobre lo cursi, lo importante es que el cuento mismo, como tal, no sea ni una cosa ni la otra, sino un texto manejado con la destreza que dan el humor, la ironía y la autocrítica.

Sobre su forma de entender el cuento ha dicho Julio Cortázar en una memorable conferencia dada en La Habana en 1962: «El cuento perfecto es una síntesis viviente... Algo así como un temblor de agua dentro de un cristal, una fugacidad en una permanencia... De alguna manera implica una suerte de explosión de energía espiritual... Lo que llamo intensidad en un cuento consiste en la eliminación de todas las ideas o situaciones intermedias, de todos los rellenos o fases de transición que la novela permite e incluso exige».

Cada vez se escriben más libros en torno a diversos aspectos de fondo y forma en relación con el cuento como un género literario en plena evolución. Algunos grandes conocedores teóricos del cuento son: el ruso Vladimir Propp (1895-1970); el búlgaro-francés Tvetan Todorov; los norteamericanos Seymour Menton (1927-2014) y Harold Bloom (1930-2019); el uruguayo Horacio Quiroga (1878-1937); los argentinos Jorge Luis Borges (1899-1986), Julio Cortázar (1914-1984) y Enrique Anderson Imbert (1910-2000); los mexicanos Luis Leal (1907-2010), Edmundo Valadés (1915-1994) y Lauro Zavala (1954); el chileno Fernando Burgos, entre otros. Además de ser lúcidos estudiosos del género, los dos últimos se han dado a la tarea de preparar importantes antologías o compilaciones históricas acerca del cuento contemporáneo: Zavala, sobre el cuento mexicano y Burgos en torno al cuento hispanoamericano en general.

 

II

Algunos grandes escritores son sin duda los maestros del cuento, género que cada vez más se escribe en el mundo, y sobre todo en América Latina. Conocer sus obras es comprender las variantes que este tipo de ficción breve entraña, así como su relación con la vida misma y la imaginación. Menciono algunos: El ruso Antón Chéjov (1860-1904); el francés Guy de Maupassant (1850-1893); los norteamericanos Edgar Allan Poe (1809-1849), Nathaniel Hawthorne (1804-1864), Ernest Hemingway (1899-1961), Francis Scott Fitzgerald (1896-1940), Flannery O`Connor (1925-1964), John Cheever (1912-1982) y Edmund Carver (1938-1988); los argentinos Jorge Luis Borges (1899-1986) y Julio Cortázar (1914-1984); los uruguayos Horacio Quiroga (1878-1937), Juan Carlos Onetti (1909-1994) y Mario Benedetti (1920-2009); los mexicanos Juan Rulfo (1917-1986), Juan José Arreola (1918-2001) y Edmundo Valadés (1915-1994); el peruano Julio Ramón Ribeyro (1929-1994); la brasileña Clarice Lispector (1904-1977); y las canadienses Alice Munro (1931) y Margaret Atwood (1939), entre otros.

 

III

Visto objetivamente el panorama literario en nuestro país, sin duda alguna el cuento contemporáneo es la nave insignia de la producción literaria panameña, seguida a cierta distancia por la poesía. Muy atrás van quedando, en cuanto a cantidad y calidad, la novela, el ensayo y las obras teatrales, en ese orden. Es un hecho que se puede constatar: la cuentística que se escribe en Panamá es la más abundante de Centroamérica, y probablemente la de más alta calidad. Varios especialistas lo han hecho notar en sus conferencias y escritos. Además, quiero pensar que la creativa diversidad existente en esta amplia recopilación de muchas maneras lo demuestra.

Surgido el cuento panameño a finales del siglo XIX en revistas de época del Panamá colombiano —sobre todo en la Revista Gris (1892-1896), que codirigían el escritor panameño Salomón Ponce Aguilera, 1868-1945, y el colombiano Maximiliano Grillo—, y más adelante en otras muchas, de entre las que destacan las dos de mayor duración y calidad El Heraldo del Istmo (1904-1906) dirigida por el escritor, gran promotor cultural y político liberal Guillermo Andreve (1879-1940) y Nuevos ritos (1906-1907), conducida por el poeta Ricardo Miró (1883-1940).

Es importante recordar que los cuentistas más importantes de esa primera etapa fueron sin duda el poeta Darío Herrera (1870-1914), primer panameño en publicar un libro de cuentos (Horas lejanas, Buenos Aires, 1903); el mismo Miró —considerado el poeta de la nacionalidad— (sus cuentos dispersos los recogería y publicaría como libro en 1956 el escritor y periodista panameño Mario Augusto Rodríguez, con el nombre de Estudio y presentación de los cuentos de Ricardo Miró); así como el poeta y periodista autodidacta Gaspar Octavio Hernández (1883-1918), quien reunió algunos de sus cuentos en Iconografías (1916), y muchos años después se añadieron otros en un excelente libro del historiador y sociólogo panameño Alfredo Figueroa Navarro: Vida y obra de Gaspar Octavio Hernández, el «Cisne Negro» (2002).

Quedan por rescatarse en forma de compendio para los lectores de hoy, los mejores cuentos sueltos de otros autores que empezaron a publicar a finales del siglo IX, tales como Simón Rivas (seudónimo de Cristóbal Martínez: 1867-1914), Romeo (seudónimo de Alejandro Dutary:1877-1910), Adolfo García (1872-1900), Hortensio de Ycaza (1883-1972), León A. Soto (1874-1902)  y Samuel Lewis Arango (1901-1975), entre los principales. No está de más señalar que, a inicios del siglo XX, el multifacético Guillermo Andreve, quien tanto alentó a sus colegas escritores desde finales del siglo XIX, publicó él mismo Cuatro cuentos (1933) y luego otro libro de cuentos con el seudónimo Mario Marín Mirones: Cuentos de lotería (1936).

Por otra parte, por haber comenzado a publicar sus primeros cuentos a finales del siglo XIX, en esa recopilación que he sugerido que falta por hacerse debería incluirse también al autor que más tiempo vivió: Salomón Ponce Aguilera (1868-1945), quien publicó algunos cuentos en la Revista Gris que, como ya se ha dicho, él codirigía en el Panamá colombiano; y también publicó De la gleba (1914), «colección de estampas y apuntes naturalistas de las costumbres del campo», como los denominó el historiador cultural Rodrigo Miró (hijo del poeta y cuentista Ricardo Miró), mas no eran cuentos propiamente dichos.

 

IV

La elaboración de una compilación histórica que, como “Semblanza múltiple del cuento en Panamá”, pretende ser lo más exhaustiva posible en cuanto a la cantidad de muy buenos cuentistas vivos que escriben en Panamá desde mediados del siglo XX hasta lo que va del XXI, sin por ello renunciar un ápice a la indispensable selectividad y rigor literarios, es prueba al canto de la importancia que le atribuyo a este fenómeno; a este «boom» de la actual cuentística nacional, en el que conviven varias generaciones de creadores de ficción breve. Así, los autores de más edad presentes en esta selección, son: Marisín González (1931), Álvaro Menéndez Franco (1932), Ernesto Endara (1932) y Enrique Chuez (1934). Los más jóvenes: Annabel Miguelena (1984), Lissete E. Lanuza Sáenz (1984), Shantal Murillo (1990), Nicolle Alzamora Candanedo (1992) y Diana Mayora (1995). Por otra parte, en torno a la presente selección me parece importante dejar constancia de que hasta el momento no se había hecho una tan amplia del cuento panameño escrito por creadores vivos, de alta calidad artística y humana, salvo en el caso de varias recopilaciones históricas existentes que no discriminan demasiado los diversos grados de calidad de los textos ni si los autores siguen vivos o han fallecido; así como de dos compilaciones, también de tipo histórico, que tratan exclusivamente acerca de la abundante producción femenina de libros de cuentos; y de una reciente antología que presenta a los nuevos cuentistas emergentes; todas ellas realizadas por iniciativa de este servidor.

Sin duda, podría discutirse el hecho de que existe una diferencia importante entre ser un buen cuentista y serlo de una manera muy particular. Pero nótese que en un párrafo anterior he aludido con deliberado énfasis a la existencia de muy buenos cuentistas, lo cual a mi modo de entender y de sentir sus textos, entraña un grado de innegable excelencia. Por supuesto, a pesar de la necesaria búsqueda de objetividad, a menudo estos criterios obedecen a cuestiones ineludibles relacionadas con la formación profesional, las vivencias y el gusto personal del antólogo, que sin duda podrían no ser las de otros estudiosos o lectores. Sin embargo, mi experiencia en la preparación de numerosas antologías y compilaciones, además del hecho de ser profesor de la materia y cuentista por más de 55 años, quiero pensar que abonan en este libro tanto a su amplitud como, al mismo tiempo, al rigor de una variada y exigente selección.

Adicionalmente, es fundamental, para mejor entender la razón de ser de esta recopilación, tener en cuenta el muy interesante fenómeno de la proliferación en Panamá de numerosos nuevos cuentistas que han publicado entre uno y tres libros hasta la fecha —más mujeres que hombres— en lo que va del siglo XXI. Además del hecho de que los que se dieron a conocer hacia mediados del siglo XX y siguen vivos –cuentistas como: Ernesto Endara (1932), Álvaro Menéndez Franco (1932), Enrique Chuez (1934), Justo Arroyo (1936), Moravia Ochoa López (1939), Pedro Rivera (1939), Bertalicia Peralta (1939), Roberto Luzcando (1939) y Enrique Jaramillo Levi (1944), todavía continúan escribiendo (aunque Chuez y Luzcando no han vuelto a publicar libros de cuentos, sino novelas y poesía, respectivamente).

Cabe mencionar que tanto el «Diplomado en Creación Literaria» que lleva 18 años dictándose anualmente en la Universidad Tecnológica de Panamá por parte de profesores-escritores, como la existencia de la revista literaria Maga y los talleres de cuento que durante años han ofrecido los escritores nacionales Carlos Fong, Carlos Oriel Wynter Melo y Enrique Jaramillo Levi, han contribuido a reforzar la formación literaria y la autocrítica en algunos de los que solo eran creadores en ciernes y hoy ganan premios y publican libros meritorios; esto, por supuesto, independientemente de que resulta innegable que no son pocos los autores que nacen con un talento natural para la escritura creativa, sin necesidad de «aditamentos» de aprendizaje y práctica inducida. De hecho, la inmensa mayoría de los grandes escritores universales se formaron por su cuenta.

 

V

Esta compilación hospeda a 95 cuentistas panameños —hombres y mujeres— plenamente diferenciados entre sí por su concepción y estilo literarios, así como por su visión de mundo y las variantes de su sensibilidad artística. Aunque en ocasiones podamos encontrar entre algunos de ellos temas similares o afines, el tratamiento que se le da a las historias (eso que solemos llamar trama), así como la ambientación particular que rige en cada caso, la caracterización de los diversos personajes y el diestro manejo del lenguaje y determinadas técnicas narrativas difieren, al igual que obviamente los desenlaces, que son elementos diferenciadores esenciales. “Semblanza múltiple del cuento en Panamá” es, por tanto, una selección que entraña un amplio muestrario de formas de entender los claroscuros de la realidad, de abordar sus sinuosidades y de manejar con desparpajo a veces (y otras, con una necesaria serie de matices cambiantes), los meandros de la vida y las entretelas siempre impredecibles y vibrátiles de la imaginación.

Todo esto sumado, explica, al menos desde mi punto de vista, el alto número de escritores que integran esta variadísima selección. Cabe acotar, no obstante, que como no se dispone del espacio necesario, al menos 50 de los más de 100 otros cuentistas con libros publicados no han sido incluidos. Aparte de que cada vez aparecen más autores de ficción breve, algunos con textos estimables, que ya se han dado a conocer en libros colectivos o en revistas, si bien ninguno de esos otros creadores tiene todavía un primer libro individual, lo cual es un requisito indispensable para formar parte de esta ambiciosa sumatoria literaria.

También me parece oportuno comentar que hay varios escritores de otros países que residen desde hace algún tiempo en Panamá, quienes conviviendo con nosotros han publicado excelentes colecciones de cuentos: Carolina Fonseca, María Pérez-Talavera, Yoselin Goncalves y Joel Bracho Ghersi (venezolanos), así como Silvia Fernández-Risco y Yolanda Ríos Vda. de Moreno (mexicanas).

 

VI

Los cuentistas que integran esta compilación han sido ordenados cronológicamente: desde los de mayor edad hasta los más jóvenes. Sus respectivas biografías, muy resumidas, se han colocado al final del libro. En ese sentido, doy gracias, por su apoyo logístico ordenador, al escritor y amigo Marco Ponce Adroher, él mismo un destacado cuentista merecidamente incluido en este libro. Asimismo, agradezco sobremanera el acucioso prólogo de la poeta, cuentista, ensayista, filósofa, profesora universitaria y pintora Ela Urriola, invaluable ejemplo de versatilidad femenina también presente en esta extensa investigación.

Por otra parte, aprovecho para comentar que resulta lamentable que a estas alturas de las dificultades que tenemos que enfrentar y tratar de vencer los escritores panameños para ver publicadas y difundidas de diversas maneras nuestras obras, aunque solo sea localmente, haya un puñado de buenos cuentistas que a rajatabla esgrimen exigencias difíciles de cumplir en las actuales circunstancias pandémicas de todos conocidas, y hasta pongan condiciones para autorizar su inclusión en un libro como este, que busca difundir con enorme esfuerzo y perseverancia, sin ningún afán lucrativo, lo mejor de nuestra cuentística actual. Me contengo para no dar nombres, porque uno debe merecer amigos y no buscarse gratuitamente nuevos enemigos, por más que a veces suceda de todos modos.

No deja de sorprender la alta calidad artística y humana de los numerosos cuentos aquí seleccionados, un fenómeno —insisto— que no se da a este nivel en ningún otro país de Centroamérica. Y conste que no se trata de cuentos elegidos al azar: por lo general el 70% de las ficciones que integran los libros panameños de los cuales fueron escogidos mantienen similar logro tanto en un mismo autor como entre creadores de muy diversas generaciones, profesiones y edades, de manera fluida. En este sentido, no ha sido una elección fácil, dado el rigor que debe exigirse para la conformación de un libro multifacético y pluridimensional que tiene como meta no solo tener un valor histórico-literario comprobable sino, además, didáctico en cuanto a su representatividad, por más que no sea esto último una función primordial del arte.

A mi juicio, las tres escritoras más jóvenes de esta compilación, Shantal Murillo, Nicolle Alzamora Candanedo y Diana Mayora, escriben tan profesionalmente como los cuentistas de mayor edad presentes en este libro: Marisín González, Álvaro Menéndez Franco, Ernesto Endara y Enrique Chuez, cada quien con su propio estilo y visión de mundo. Pero, asimismo, en las diversas generaciones intermedias aquí representadas también hay numerosos cuentistas de gran fuste literario: Lupita Quirós Athanasiadis (1950), con «El caso del asesino del ascensor»; Félix Armando Quirós Tejeira (1959), con «Ofelia desde lejos»; Érika Harris (1963), con «Facundo Ponzziano»; Claudio de Castro (1957), con «Le pedí al genio»; Eduardo Jaspe Lescure (1967), con «Luna rosa y cruel»; Consuelo Tomás Fitzgerald (1957), con «La tía Engracia», Dennis A. Smith (1971) por «Contrabajo» y Ela Urriola (1970), con «La sequía», han sido incluidos con cuentos que podría decirse son prácticamente impecables en fondo y forma, además de completamente diferentes entre sí (como lo son todos los de este libro), por dar aquí solo unos pocos ejemplos notables.

 

VII

Dice un dicho popular que en la variedad está el gusto; y como ya se ha señalado, si algo tienen estos cuentos es una notable diversidad de formas de ser y de estar en el mundo de las letras de Panamá, y por extensión en el ámbito todo de Centroamérica, así como sin duda habrá de ocurrir en la sensibilidad del lector. No está de más añadir que de los muy diversos tipos de ficciones y de técnicas empleadas por los autores para contar determinadas historias, tenemos aquí desde cuentos absolutamente realistas, sicológicos, eróticos, detectivescos, fantásticos o metaficcionales, hasta otros de corte social o político, de horror y hasta minicuentos, además de algunos textos francamente híbridos en su composición temática, o al menos difíciles de clasificar. Se acabaron hace rato los tiempos de seguir escuelas o cánones literarios prefijados.

De ahí que confíe en que la multifacética lectura de “Semblanza múltiple del cuento en Panamá” sea, en más de un sentido, una auténtica fiesta. Y si así fuera, recordemos que las mejores fiestas implican celebración y gozo. Celebremos entonces todos juntos, de forma solidaria, pese a la calamidad de la cruel pandemia que desde hace meses, y por quién sabe cuánto tiempo más, nos acosa y, en muchos sentidos, nos desarticula la vida. Escribir —como leer— es una forma de reconocer las maravillas y los estragos del mundo, pero también una manera de soñar.

Soñemos.

           Panamá, agosto de 2020



 

Obra: “Semblanza múltiple del cuento en Panamá”
Cuentos de 95 autores panameños, compilados, seleccionados
y editados por Enrique Jaramillo Levi.
(Edición realizada por el Banco Nacional de Panamá, 22/2/2021,
con motivo del Bicentenario de la Independencia de Panamá de España).
ISBN 978-9962-13-490-9


Enrique Jaramillo Levi

Colón, Panamá, 11 de diciembre de 1944. Licenciado en Filosofía y Letras con especialización en Inglés y Profesor de Segunda Enseñanza (Universidad de Panamá, 1967). Maestría en Creación Literaria (1969) y en Letras Hispanoamericanas (1970), por la Universidad de Iowa, Estados Unidos. Estudios completos de Doctorado en Letras Iberoamericanas (El Colegio de México, 1974; y Universidad Nacional Autónoma de México, 1975). Profesor universitario, investigador, promotor cultural y editor, fundó en 1984 la revista literaria “Maga”. Lleva 23 años laborando en el área de Cultura de la Universidad Tecnológica de Panamá, donde creó en 1996 el Premio Centroamericano de Literatura “Rogelio Sinán” y el Premio Nacional de Cuento “José María Sánchez”, así como el “Diplomado en Creación Literaria”. Ganador en 2005 del Concurso Nacional  de Literatura “Ricardo Miró” por “En un instante y otras eternidades” (cuentos; 2006). Cuentista, poeta, ensayista y antólogo, ha publicado más de 60 libros; los más recientes “Desde el borde” (cuentos, poemas y ensayos breves; 2020); “Cerrar los ojos no es una opción” (poesía; 2019); “Inmersiones” (poesía selecta; 2019); “Venir a cuento: Cuentistas emergentes de Panamá (2019); “Minificcionario: Complilación histórica selecta del minicuento en Panamá (2019); “Reverso” (cuentos; 2018); “Urdimbres” (cuentos; 2023); “Seducciones y otros extravíos” (cuentos; 2023); “Manual para la creación de cuentos y minicuentos imaginativos” (2024); “Si los dioses no disponen otra cosa” (poesía; 2024). 



1 comentario:

  1. Estimado Enrique
    he leído su extenso comentario sobre la literatura Panameña, donde no solo hace una compilación de 91 cuentistas de ese país, sino que tiene unas consideraciones sumamente adecuadas referidas al genero fundamentalmente de CUENTOS sin menoscabar novelas poesía con autores que menciona y rescata en sus capítulos. Debo reconocer mi ignorancia sobre cuentistas Panameños, motivo por el cual trataré de leerlo y comentar.
    Felicitaciones por esta entrega
    Attentamente
    Gustavo

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